
Nunca nadie ha hablado de este tema ni lo ha estudiado formalmente, pero en nuestra familia es algo que se sabe desde hace tiempo. Hoy, por primera vez, se comparte públicamente.
Trincado (1922) dice que “el espíritu siempre aprende y nunca olvida”. Algunos médiums de los que habla la EMECU podían percibir enfermedades y, en ciertos casos, ayudar a las personas a mejorar, logrando curaciones que parecían milagrosas.
Se sabe, según la EMECU, que cuando el médium tiene una buena remanencia magnética, este es capaz de canalizar primero su propia fuerza magnética, con la que lleva nuevas moléculas del alma universal al alma del que las necesita, logrando beneficios que parecieran milagrosos, pues es así como obran estos médiums y es por esto por lo que son capaces de realizar curaciones al parecer inexplicables, que algunos llaman milagros.
Esto se relaciona con la carta ridícula de José María Moncada del 6 de febrero de 1933, en la que, a pesar de ser enemigo de Sandino, le pide a doña Salvadora Debayle de Somoza un talismán hecho con un algodón empapado en el sudor de Sandino. Al igual que los médiums, Moncada confiaba en un poder que trascendía lo racional, buscando una influencia sobrenatural para protegerse o lograr algún beneficio, aunque viniera de alguien considerado su adversario. Esto muestra cómo, tanto en la práctica espiritual como en la política de la época, las personas recurrían a fuerzas que percibían capaces de intervenir en su destino, más allá de la lógica o la enemistad personal.

Cuando Sandino llegó a Managua, tras largas horas de negociación, uno de los periodistas presentes se sintió indispuesto. Con serenidad, Sandino le dijo que no se preocupara, que él mismo lo curaría de inmediato. Acto seguido, colocó su mano sobre la cabeza del periodista, quien recuperó la salud al instante. Este episodio quedó registrado en un artículo del periódico La Noticia de aquella época.
Todo es magnetismo. Ese hecho revela uno de los rasgos más enigmáticos de Sandino: su condición de médium sanador. Se sabe que, cuando un médium conserva la esencia de la medicina y es tomado por el espíritu de un sabio médico, puede realizar curaciones sorprendentes. El médium canaliza primero su propia fuerza magnética, transmitiendo moléculas del alma universal hacia el alma de quien las necesita. Así obran estos sanadores, capaces de realizar lo que para muchos parecen milagros, pero que en realidad son manifestaciones de leyes naturales aún incomprendidas.
Insisto: todo es magnetismo. La ciencia ha demostrado que los cuerpos humanos están formados por células, y que estas producen energía; la energía genera electricidad, y donde hay electricidad también hay magnetismo. He ahí la base de la EMECU.
De allí surge la importancia del abrazo. La corriente fluye del polo positivo al negativo; cuando abrazamos a una persona cargada de negatividad, nuestro campo magnético positivo envuelve al suyo, y no al contrario. Por eso Sandino insistía en que entre hermanos debía darse un abrazo fraternal y no un simple apretón de manos.
El periodista español Ramón de Belausteguigoitia, quien lo entrevistó en varias ocasiones, relató cómo la gente lo seguía con devoción, buscando tocarlo o conservar algo que hubiese rozado, como si se tratara de una reliquia. Incluso conocemos la carta —hoy famosa y ridícula— de José María Moncada, fechada el 6 de febrero de 1933, donde pide a doña Salvadora Debayle de Somoza lo siguiente:
“Pídale un algodoncito empapado en Sandino y me lo envía, para guardarlo aquí en Venecia (su casa-finca en Masatepe) como talismán.”
No faltaron tampoco quienes aseguraron haber visto una especie de arcoíris posado sobre su cabeza.
Sandino, sin proponérselo, irradiaba un magnetismo que trascendía lo político y lo humano: un aura que aún hoy nos desafía a comprenderlo en toda su complejidad.
Siempre Más Allá…
Walter C. Sandino
