Ricardo Morales Avilés, valiente Héroe de la Patria

“Hay que cambiar tantas cosas, camarada. Primero el poder, la propiedad, nosotros, y después… aire fresco y maíz para todos, aire y flores para todos…”

“Ahora estoy aquí prisionero porque lucho por una causa justa. ¿Cuál será mi destino? Lo importante es que estamos al lado del pueblo y que estamos haciendo su historia.”

“Después del primer paso, no pararemos de andar jamás.”

Ricardo Morales Avilés (1939-1973)

Ricardo fue, junto a Carlos Fonseca, un lúcido intérprete de la Revolución nicaragüense.

Resumir en unas cuartillas su fructífera pero corta vida —pues cayó a los treinta y cuatro años de edad— no resulta sencillo.
Hay evidencias de que se convirtió en uno de los más talentosos dirigentes del FSLN, y que aportó no solo el ejemplo de una vida dedicada a la lucha, sino también sus calidades excepcionales como maestro, estratega e intelectual revolucionario.

Nació el 11 de junio de 1939 en Diriamba, Carazo, Nicaragua.
Desde chavalo se involucró en el fútbol, como buena parte de los jóvenes diriambinos. Sus padres fueron Manuel Morales Rodas (1916-1997) y Ángela Avilés Serrano (1908-1971), quienes descubrieron tempranamente su inclinación por el estudio. Siempre lo apoyaron en sus decisiones y compartieron sus posiciones políticas.

Manuel Morales era mecánico automotriz y tenía su propio taller; doña Ángela tenía una venta-bar, donde llegaban los parroquianos a comer emparedados de carne y a tomarse algunos tragos.
Muchos diriambinos opositores frecuentaban ese sitio para intercambios y tertulias políticas. Recuerdan al joven Ricardo ayudando a su madre.

De clase media, pero no sin pasar dificultades: el papá de Ricardo mantenía dos familias.

Algunos retratan esta situación diciendo que “don Manuel iba diariamente al mercado con dos bolsas, una para cada casa”.
Los hermanos de Ricardo, de padre y madre —entre los que él era el tercero— son: Juan Ángel, Manuel, Nery, Orlando, Roberto y Angelita; mientras que, por el otro lado, su padre también procreó a Nardo, Nancy y Fernando Morales Espinoza.

Ricardo se graduó como bachiller y maestro en la Escuela Normal «Franklin D. Roosevelt» de Jinotepe, un 17 de febrero de 1959, donde después trabajó como profesor.
Para entonces llevaba varios años de novio con Iclea Echeverri, hija de un obrero de la construcción, con quien Ricardo sostenía discusiones sobre la necesidad de organizar a los obreros por sus derechos.

Por entonces, no se le conocían vínculos con los socialistas de la zona. Se dice que discutía con voz dulce, sin estridencias, herencia de su madre Ángela. En el seno de su familia se vivía la inclinación por el estudio y la rabia contra el somocismo. Sus padres eran acérrimos conservadores anti-somocistas.

Juan Morales Avilés, su hermano mayor, participó en los ataques del 11 de noviembre y padeció la represión de la dictadura.
Cuando Ricardo estaba en México, le llegaron noticias que afectaban no solo a su familia, sino también a todos sus amigos de Jinotepe y Diriamba.

Fue muy amigo del que luego sería sacerdote, Guillermo Quintanilla, quien también se graduó de maestro en la misma escuela (hoy llamada Normal “Ricardo Morales Avilés”).
Con él intercambiaba temas culturales, ya que Guillermo organizó movimientos en torno a la pintura, la música, el teatro y la danza.

Gracias a gestiones de su amigo Guillermo, consigue una beca para ir a estudiar a México. Ricardo se hospeda donde el hermano de este, José Quintanilla, casado entonces con Alicia Gordillo, hermana del poeta Fernando Gordillo.

Cuando ya había partido, le informan que Iclea estaba embarazada. Guillermo Quintanilla recibe un poder para casarlos.
Así, desde la distancia, se realiza la boda con su novia, con quien procrea dos hijas: Giselle (1960) y Carolina Morales Echeverri (1962-1983). Esta última fue concebida cuando Ricardo regresó a Diriamba al entierro de su hermano Orlando, quien falleció en un accidente en 1961.

En México estudió Psicología y Pedagogía en la UNAM y desarrolló sus inclinaciones hacia la docencia y la escritura.
Su primer escrito político fue un folleto titulado «La Revolución Sandinista, fuerza motriz de la historia» (México, 1963), una declaración pública de su vinculación al FSLN.

En el DF había entrado en contacto con Carlos Fonseca, y mientras estudiaba y daba clases, difundía el pensamiento y obra de Sandino como parte de sus tareas militantes.

Se volvió un estudioso del marxismo, lo cual evidencian sus posteriores escritos y debates. En México, Ricardo abrazó definitivamente a Sandino y a Marx.

Cuando concluyó sus estudios, el FSLN le propuso asumir la representación del Frente en La Habana, pero él prefirió regresar a Nicaragua. Retorna definitivamente en 1966. Entonces su compañera era la mexicana Teresa Bravo, con quien procrea a Ricardo y Ezequiel.

Al regresar, se dispone a asumir tareas políticas y militares. Es catedrático de la UNAN mientras realiza tareas clandestinas y operativos, el más conocido: el asalto al Banco de América, junto a Julio Buitrago y Alesio Blandón.

Lo capturan el 15 de diciembre de 1968, según la Guardia Nacional.

Pasa a la orden de los tribunales comunes, por violación de los artículos 161 y 167 del Código Penal, como encubridor de los asaltantes a mano armada en el robo al Banco de América, sucursal Buenos Aires, donde fue asesinado el alistado G.N. Pablo Ochoa, quien se encontraba de centinela para la vigilancia de dicho banco.

Fue fulminado con auto de prisión por el juez segundo de distrito para lo criminal, y la sentencia fue confirmada por la Corte de Apelaciones de Masaya por los delitos de terrorismo y por atentar contra la Constitución Política del Estado.

Es el inicio de una etapa en la que confirma otras de las cualidades que lo convierten definitivamente en el arquetipo del revolucionario sandinista.
No lo amilanan los ultrajes ni el aislamiento.
Después de trece días de interrogatorios, es presentado con la cabeza rapada y evidentes señales de tortura.

La firmeza, el coraje y la convicción que muestra frente a sus verdugos quedó inmortalizada en una de las estrofas de una canción de Carlos Mejía:

“Me contaba el otro día
el que torturó a Ricardo:
me daban miedo las chispas
de sus grandes ojos claros.

Jamás pudimos sacarle
más palabras que las mismas:
soy y seré militante
de la causa sandinista,
soy y seré militante
de la causa sandinista.”

Convierte la cárcel en un espacio para estudiar y escribir, y mantiene comunicación con sus compañeros de lucha, dando sus puntos de vista sobre las tareas del momento y el difícil trance por el que atravesaba el FSLN en esos años.

Sus escritos muestran su vocación pedagógica: escribe para sintetizar reflexiones vitales, agudas, relacionadas con la lucha transformadora de la realidad, y lo hace con el propósito didáctico del maestro, para la formación político-ideológica de los militantes sandinistas.

“Ahora estoy aquí, prisionero porque lucho por una causa justa. ¿Cuál será mi destino? Lo importante es que estamos al lado del pueblo y que estamos haciendo su historia.”

“¿Cuál será nuestro legado? Lo que dejemos detrás de nosotros será el resultado de las cosas grandes y/o pequeñas que hagamos en nuestra vida. Lo importante es que las cosas, por mínimas que sean, las hagamos como si fueran grandes.”

“El mundo nuevo que surgirá del seno de nuestra lucha será moldeado, en parte, por la contribución distinta y común de cada uno de nosotros. Estamos empeñados y responsabilizados.”

“La cuestión no está simplemente en haber nacido en este mundo, sino en la toma de conciencia del significado del ultraje, de la explotación de clase.”

“Revolucionarios como somos, eso somos. Arquitectos noveles de la historia, al menos hemos inventado el instrumento para levantar la cerviz del hombre.”

La lucidez de Ricardo se evidencia en su formulación sobre la necesidad de construir un ejército popular.
De hecho, la fuerza que se despliega en toda Nicaragua para la ofensiva final de 1979 fue el cumplimiento de la tesis que Ricardo expuso en una reunión de septiembre de 1973:

“El camino es organizar las fuerzas populares independientes.

Pero, ¿cómo, o qué sentido tendría esta organización popular independiente, puesto que las formas y las fuerzas de sustentación de la burguesía están, fundamentalmente, a nivel nacional, en función de las fuerzas militares, de la fuerza armada?

Para poder destruir esa dominación es necesario destruir también esa fuerza armada; y para destruir esa fuerza armada, hay que implementar un ejército popular, construir un ejército popular y desarrollar una Guerra Popular.

Es decir, en este sentido, la fuerza revolucionaria independiente lo que plantea es la vía fundamental de lucha: la lucha armada, en combinación, por supuesto, con otras formas de lucha.

No con el deseo de hacer la guerra y con las armas. No; sino porque la dominación de clase se da, fundamentalmente, a través del ejército. Y en este sentido, la experiencia histórica es persistente.

Movimientos populares masivos que no cuentan con su ejército popular son presas de la respuesta armada de la burguesía y del imperialismo.”

(Charla al Movimiento Cristiano Revolucionario, septiembre 1973.)

Después del terremoto de Managua, entre sus múltiples tareas, asume la atención del trabajo del FSLN en Carazo.
Es un periodo en el que los militantes de este departamento logran aprender diversas enseñanzas directamente de Ricardo, uno de los dirigentes más místicos que produjo la lucha sandinista.

Ricardo se multiplica en estos años para poder cumplir su rol de catedrático revolucionario, organizador de redes clandestinas, instructor político-militar en distintas escuelas y formador de nuevas generaciones, entre otras tareas.

Asiste al V Congreso Estudiantil, que se desarrolla en la ciudad de León en 1973, y polemiza con los socialistas que entonces aún no habían optado por la lucha armada, mientras sigue afinando el análisis de las condiciones en que se desarrolla la lucha, que para él es una unidad: guerra popular antisomocista, anticapitalista y antiimperialista.

La noche del 17 de septiembre de 1973, Óscar Turcios y Ricardo Morales Avilés fueron detenidos a pocos metros de una casa de seguridad que desde hacía meses habían instalado en el lugar.
La detención supuestamente obedecía a un operativo desplegado para aprehender a unos contrabandistas.

Fueron llevados al comando para ser interrogados y, en un primer momento, intentaron pasar por ganaderos. Luego, Óscar quiso usar una estratagema que le había funcionado antes, dando dinero para que los soltaran, pero no resultó.

El captor, el sargento Salguera, se presentó al día siguiente en la casa donde ellos vivían. Lo hizo en compañía del cabo José Ángel Ruiz, del telegrafista Basilio Guevara y los rasos José Potosme y Melesio Pérez.
Los atendió Alicia Bervis, mientras Jonathan González y Juan José Quezada —quien se encontraba ahí restableciéndose de heridas sufridas en la montaña— armaban sus fusiles.

Al intentar penetrar al interior, fueron repelidos por los guerrilleros y murieron el sargento Salguera y dos alistados, mientras los otros resultaron heridos. Juan José, cargando a Jonathan, quien también iba herido, se internó en unos cañaverales e intentó romper el cerco, pero no pudo. Ahí cayeron en desigual combate.

Óscar y Ricardo fueron sacados del Comando GN de Nandaime y llevados al mismo lugar donde los otros dos habían caído, y ahí los asesinaron. Después, la GN dijo que los cuatro habían muerto en combate.

De la casa pudo escapar Alicia Bervis, hija de Magnus Bervis, líder indígena de Sutiava y extraordinario colaborador del FSLN.

“Por esto mismo, Ricardo no fue solo un intelectual; tal vez podríamos decir con más propiedad que fue un revolucionario dotado de una capacidad excepcional para interpretar la revolución misma.

Honor y gloria a nuestros héroes y mártires.