
A nuestros héroes y mártires no se les llora: se les honra, se les imita. No dijeron que morirían por la patria, lo hicieron.
Esta es la historia de un joven que nació sin conocer a su padre, cayó enamorado de la Revolución Sandinista y, con solo 21 años de vida, dejó una huella profunda en los jóvenes de su generación.
Cuando lo asesinaron, el 24 de mayo de 1983, Marlon Apolinar Zelaya Cruz tenía apenas 21 años y tres meses. En ese momento era el segundo jefe del batallón 30-72, una de las dos unidades creadas por la Juventud Sandinista en los años ochenta, integrada por jóvenes del occidente de Managua. También lideraba la JS en el Recinto Universitario Rubén Darío de la UNAN-Managua, donde estudiaba Arquitectura.
Sus compañeros recuerdan que, durante un avance por la ribera del río San Juan, se toparon en una colina con un nido de ametralladoras de la Contra. Marlon fue herido en el costado izquierdo. Gritó: “¡Me pegaron!”. La bala no tuvo salida; se ahogaba por dentro.
Le improvisaron una camilla, una hamaca, con la que lo trasladaron durante tres horas hacia El Castillo. Mientras lo cargaban, él animaba a sus compañeros: “No se desunan, sigan adelante. Busquen el río”. Su agonía duró entre dos y tres horas.
Zelaya pudo evitar ir al frente de combate, dicen quienes lo conocieron. Era líder estudiantil, había sido guerrillero en Jinotega y en el Frente Sur bajo el mando de Edén Pastora, e integró la brigada internacionalista Simón Bolívar. Pero tenía un principio: no pedía a otros lo que él no estuviera dispuesto a hacer.
Francisco Rivas, excompañero de lucha, indicó en un testimonio audiovisual publicado por UNEN en 2017 que Marlon cayó el 24 de mayo de 1983 a las 11:14 a.m. William España, otro combatiente, explicó que el cuerpo llegó a Managua el 25 de mayo, por lo que esta es la fecha conmemorativa.
Rivas recuerda que ese día, a las 5:00 a.m., salieron de El Castillo, dispersándose por la ribera. Tres horas después llegó la noticia: “Le pegaron a Marlon”. Fue alcanzado mientras intentaban evacuarlo.
Zelaya fue un estudiante destacado en el Colegio La Salle de Jinotega. En 1977, con solo 15 años, se integró como colaborador del Frente Sandinista. Tras el triunfo revolucionario, ingresó al Ejército Popular Sandinista y a la carrera de Arquitectura en la UNAN-Managua, siempre comprometido con la causa.
Manuel Escobar, quien estuvo a su lado en la emboscada, relata que Marlon advirtió sobre el fuego cruzado: “Están emboscando a los nuestros, apurémonos”. Organizó una escuadra y se lanzó al combate. Cuando encontró una posición táctica, le gritó a Escobar: “Mostro, venite por aquí que por aquí es”. Pero Escobar le advirtió: “¡No te vayas por allí, que te van a ver!”. Marlon ya había bajado hacia un caño; lo alcanzaron desde la izquierda. “Brincó, luego empezó a calmarse… en ese momento supe que lo habían matado”, recuerda.
“Marlon quería vivir. Marlon amaba la revolución. Quería verla avanzar”, afirma Escobar.
Hasta su último aliento, Marlon pensaba en sus compañeros. Fue un promotor de la unidad. Murió como vivió: luchando por un ideal colectivo, sin miedo y con dignidad.