A la sazón tiene treintiocho años de edad, cumplirá treintinueve el próximo 18 de mayo de 1933, porque según él mismo nació en 1894, aunque fue inscrito en el Registro Civil hasta el año siguiente, de allí la confusión acerca de su edad.

Es bajo, ciento sesentitrés centímetros de estatura y 55 kgs. de peso (121 lbs.); de apariencia débil y sin ningún rasgo especial. Su cabello es negro, liso y tupido con una que otra pincelada de canas.

Lo lleva siempre bien peinado y partido al lado izquierdo, bigote y barba rasurados. Se afeita o le afeitan diariamente Tranquilino o «Cabrerita», quienes además se encargan de su corte de pelo.

Tiene ojos negros, pequeños penetrantes y de cambios rápidos. Detrás de ellos, por sus palabras y por sus gestos, ambos de la más pura sinceridad, se adivina su alma sentimental y compleja.

Un alma difícil de atisbar y llena de extrañas inquietudes.

Tiene nariz mediana, boca grande con varias calzaduras de oro en sus dientes, pero muy pequeñas. Su sonrisa es muy frecuente, neutra o más bien triste y a pesar de su constante buen humor, nunca se ríe fuerte y mucho menos a carcajadas.

Su rostro no es ovalado ni redondo, de cutis blanco pálido, con algunas comeduras de varicela y de pómulos prominentes.

Tiene manos regordetas, pequeñas, con los dedos como cortados de un tajo a la mitad de las uñas, las que siempre lleva limpias. Los pulgares son rectos y le caen verticalmente sobre la mano, es decir, formando con ellas ángulos de noventa grados.

Su cinturón es tamaño treintidós y sus pies muy pequeños.

Sandino, pues, no tiene ningún rasgo físico especial, por el contrario, es un individuo de aspecto común y de apariencia débil, no obstante, de poseer una resistencia física superior y de ser muy fuerte.

Es un buen nadador, jinete incansable y de los mejores en todo su ejército para andar a pie y resistir las cuestas, hondonadas, llanos cenagosos y todas las intemperies de la selva bruta.

Muy rara vez se enferma y no usa ninguna medicina porque dice que emplea para curarse la autosugestión y disciplinas yogas.

Las únicas excepciones son «La Tigra» para el paludismo y algunas tinturas y bálsamos para las heridas.

Solamente hace dos tiempos de comida al día y desde su temprana juventud no toma en lo absoluto bebidas alcohólicas y no le divierte ningún juego de azar A pesar, de haber en ejército hombrazos hercúleos nacidos y criados en la montaña, a ninguno le va en zaga, en resistencia física.

Sandino, aunque es un hombre de talento genial, no ha recibido cultivo académico fuera de Teneduría de Libros y dos años de secundaria, pero por su cuenta ha leído mucho con lo que se ha formado un intelecto sólido.

Tiene gran poder de intuición, según lo atestiguan sus propios hombres.

Sin embargo, en mi parecer, exagera en cuanto al valor de sus creencias teosóficas, espiritistas, rosacruceas, astrológicas y demás complicaciones esotéricas, pero también estoy convencido de que nada de eso le resta un ápice a su cruzada ingente.

Por el contrario, quizá sin ellas no hubiera sido posible. Es un meticuloso organizador de todas sus cosas y operaciones.

De una tenacidad que raya en locura, Malicioso y psicólogo intuitivo para conocer a la gente, Tiene fluido personal, convence y subyuga y sobre todo tiene el don de ser simpático y de agradar.

Cuando conversa, cuando dicta y cuando piensa, algunas veces se pasea de un lado a otro con las manos enlazadas por la espalda y la cabeza gacha, en concentración.

Otras se sientan en una mesa, se apea, da vueltas, se detiene, gesticula, hace muchos ademanes y se posesiona del momento y de la acción.

Le brillan los ojos y se le aviva el rostro y parece vivir lo que está relatando o comentando, pero si le es posible prefiere recostarse en una hamaca, porque según dice, allí piensa mejor y más serenamente.

Su memoria es extraordinaria para las fechas, los números y las fisonomías.

Conoce por nombres, apellidos y otros detalles a todos sus soldados y centenares de otras personas.

Tiene intuiciones repentinas y toma decisiones vertiginosas, aun en situaciones cruciales.

Es muy romántico, sentimental y más quijote que Don Quijote.

Mas tarda en concebir un plan, que en ejecutarlo.

Ver los molinos e irles, lanza en ristre, salir mal ferido y volver a la carga y volver a volver, es muy suyo.

En tiempos normales se retira a su cuarto a muy temprana hora y no es madrugador. Duerme bien y bastante, pero en los tiempos de guerra no tenía horas fijas ni para dormir, ni para comer y hacía ambas cosas cuando se le antojaba, hasta el punto que, yendo a veces en lugares muy peligrosos, detenía a la tropa, hacía en el suelo un lecho de hojas y sobre el capote se acostaba a dormir un par de horas. Diariamente medita varias veces y se retira solo a la orilla de los campamentos, prefiriendo la hora del crepúsculo vespertino, si le es posible.

Es muy aseado, se baña y cambia de ropa diariamente, desde luego exceptuando en tiempo de guerra.

Después de rasurarse se pone toques muy discretos de agua de colonia y también un poco en el pañuelo que le gusta oler de vez en cuando.

Usa sombrero gris stetson, estilo tejano, vestido de montar hecho de gabardina verde gris y botas altas de piel café de abrochar por delante y su pañuelo rojo de seda con ribetes negros y anudado al cuello, la bandera sandinista.

Nada de charreteras ni cordones dorados, ni quepis, ni escudo, ni condecoraciones, ni pendejeras apavorrealadas dice él.

Cuando hace alto en un campamento, se viste de civil pero siempre con pantalones de gabardina kakis y guayaberas de lino blanco. Además de su cinturón, usa otro especial donde van cuatro «peines» de tiros y su pistola Colt 45 automática, con la que tira muy bien.

Cuando ve sangre se le espeluza el cuerpo y tiene obsesión por defender al débil y a toda causa perdida.

Me cuentan que algunos de sus oficiales preferían no llevarle ningún prisionero, porque con seguridad le salvaría la vida.

El dinero en sí mismo no le interesa, ni tampoco le importa ni la gloria ni los honores y mucho menos el ser objeto de la atención pública, porque de cerca le afligen las multitudes.

Pero noto al mismo tiempo, que en privado goza de su enorme y constante publicidad en periódicos, revistas y libros publicados en tantos países.

Le gusta la vida sencilla y sin complicaciones.

En privado y con los suyos derrocha el buen humor y es conversador infatigable.

Pero cuando va a hablarle a su ejército en forma oficial para notificaciones, órdenes o comunicaciones, lo mismo que para hablar en público, toma pose de inspirado y cruza la diestra sobre el pecho tocándose con la punta de los dedos el hombro izquierdo y casi siempre principia sus discursos con estas palabras: «Queridos hermanos, les hablo en nombre de Nicaragua y termina diciendo: «PATRIA Y LIBERTAD».

En fin, es tan compleja la personalida del General Sandino, que no es posible describirla en todos sus aspectos.

Sin embargo, espero que a través de las páginas de este libro, los diálogos y conversaciones sostenidas con él, reflejen las características que le son más peculiares y que a mi mejor entender y buena voluntad., fielmente he bosquejado.

Para concluir este retrato literario del General Augusto C. Sandino, en cuanto a la parte espiritual debo añadir que le considero un hombre de los más puros sentimientos y de los más altos principios morales.

Dotado de extraordinaria sinceridad y de un patriotismo incorruptible que se basa en su amor entrañable por Nicaragua.

Además, es poseedor de un espíritu tan elevado, que no sólo le permitio superar las miserias y amarguras de una espantosa niñez y crecer sin odios ni rencores, si no muy al contrario, henchido de amor al prójimo.

Después de tratarle tan íntimamente durante larguísimas conversaciones que ni siquiera se relacionan con el tema fundamental de esta obra y de observarle minuciosa y detalladamente, así como de hacer una especie de combinación mental de las emociones que causa su presencia y su compañía en tales Lugares y condiciones como tuve el privilegio único de compartir con él, puedo asegurar que es un alma muy superior y por tanto no es remoto que sea capaz de percibir las inspiraciones y vibraciones cósmicas de que el habla y que nos están vedadas a los mortales comunes y corrientes por depender únicamente de la torpeza de nuestros sentidos físicos.