El presente documento, impreso en la imprenta de don Sofonías Salvatierra (Editorial Insurrección), recoge una de las cartas más significativas del General Augusto C. Sandino. En ella, el Jefe del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua no solo expone con firmeza su visión antiimperialista, sino que también retoma y hace suyas palabras pronunciadas por un presidente asesinado de los Estados Unidos, dotándolas de un profundo sentido histórico y político. Estos textos, más allá de su valor testimonial, constituyen piezas de gran relevancia que iluminan la coherencia ideológica y la trascendencia continental del pensamiento sandinista.

General Augusto C. Sandino escribe:
“El mundo poco notará o recordará lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos aquí hicieron. Nos incumbe a los vivos continuar la obra incompleta que tan noblemente adelantaron los que aquí combatieron. Es más bien un deber dedicarnos a la enorme tarea que queda ante nosotros: imitar a estos muertos gloriosos y acrecentar nuestra devoción a la causa por la que ellos hicieron el sacrificio supremo; resolver aquí decididamente que los caídos en la lucha no han muerto en vano; lograr que esta Nación, amparada por Dios, renazca a la libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, no perezca en la tierra”.

Abraham Lincoln

En esta carta, fechada el 6 de marzo de 1929 desde el Cuartel General de El Chipotón, Augusto C. Sandino denuncia ante Herbert Hoover, entonces presidente de Estados Unidos, la política intervencionista de su país en Nicaragua. Señala que las acciones de Coolidge y Kellogg han causado derramamiento de sangre en Nicaragua, desprestigio internacional para Estados Unidos y sufrimiento tanto en hogares nicaragüenses como norteamericanos.

Sandino critica que, tras la muerte de José Manuel Chamorro, la verdadera naturaleza de la política yanqui quedó al descubierto. Afirma que Estados Unidos solo cuenta con el apoyo de un pequeño grupo de hombres inmorales que no representan al pueblo, mientras que él y su Ejército expresan el sentir de la mayoría de los nicaragüenses. Señala también la debilidad de líderes como Sacasa, quien no defendió la soberanía nacional.

A continuación, Sandino reafirma que su lucha está sostenida por la razón, la justicia y el derecho, y asegura que existe un “soplo divino de justicia” que acompaña la causa antiimperialista. Concluye advirtiendo que, mientras Estados Unidos mantenga la política de intervención, seguirá encontrando resistencia armada, porque los nicaragüenses no aceptarán la humillación ni la pérdida de su soberanía.

En este texto denuncia cómo los banqueros de Wall Street, en complicidad con políticos nicaragüenses corruptos como Adolfo Díaz, impusieron empréstitos innecesarios y tratados que despojaron a Nicaragua de su soberanía. A través de pactos como los firmados en el acorazado Tacoma en 1923, Estados Unidos aseguró que solo serían reconocidos los gobiernos dóciles a sus intereses, garantizando así la continuidad del dominio extranjero sobre el país.

El documento acusa a los banqueros estadounidenses de considerar a Nicaragua como su propiedad, adorando al “Dios Oro” y sosteniendo en el poder a líderes entreguistas apoyados por las bayonetas yanquis. Sin embargo, la muerte del presidente Diego Manuel Chamorro fue vista como un acto de justicia divina que abrió nuevas esperanzas de libertad para el pueblo nicaragüense, permitiendo la llegada al poder de Bartolomé Martínez y la elección de Carlos Solórzano y Juan Bautista Sacasa mediante un proceso más justo y democrático.

No obstante, la reacción de Estados Unidos, a través de figuras como Calvin Coolidge y Frank Kellogg, fue de arrogancia e intromisión. Su molestia por el avance democrático en Nicaragua alentó a políticos entreguistas como Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro, quienes el 24 de octubre de 1925 perpetraron el golpe conocido como el “Lomazo”, ampliamente repudiado a nivel internacional y símbolo de la constante injerencia yanqui en la política nacional.

El documento recoge un encendido escrito de Augusto C. Sandino, dirigido al presidente estadounidense Herbert Hoover. En él, Sandino denuncia la intervención de Estados Unidos en Nicaragua y acusa a los expresidentes Calvin Coolidge y al secretario de Estado Frank Kellogg de ser responsables de crímenes contra la nación: incendios, violaciones, saqueos y atentados contra la soberanía. Afirma que su Ejército Defensor de la Soberanía Nacional está firme y dispuesto a castigar cualquier nuevo atropello imperialista.

Sandino repasa la historia de la intromisión yanqui desde 1909, cuando los banqueros de Wall Street introdujeron el “dólar esclavizador” en Nicaragua. Señala que por cada millar de dólares invertidos han muerto nicaragüenses y sufrido madres, esposas e hijos. Identifica a Adolfo Díaz, un oscuro empleado de mina en Pis-Pis, como el instrumento usado por los banqueros para traicionar a la nación y financiar con $800,000 la rebelión que encabezó Juan J. Estrada, marcando el inicio de la subordinación del país al imperialismo.

Sandino describe con crudeza el costo humano de esa dependencia: miles de muertos y sangre derramada por culpa del intervencionismo. Afirma que, si se recogieran los cadáveres de los nicaragüenses caídos por causa de Wall Street, no bastarían trenes ni camiones para transportarlos, y denuncia que esa sangre contrasta con la celebración hipócrita del 4 de julio en Estados Unidos. Su mensaje central es un llamado a resistir y no aceptar jamás la vergüenza de la sumisión al imperialismo.

Sandino denuncia que la desunión de los pueblos latinoamericanos ha permitido el avance del imperialismo estadounidense, que amenaza con colonizar Centroamérica y luego extenderse a México, Colombia y Venezuela. Pone como ejemplo lo que ocurriría si México quedara aislado por el control yanqui del canal de Nicaragua y la base naval en el Golfo de Fonseca, quedando sin apoyo de sus naciones hermanas y sometido a luchar solo contra la potencia invasora.

Critica la falta de acción de los gobiernos latinoamericanos, que en conferencias como la de La Habana se limitaron a discursos sin enfrentar la realidad de la intervención en Nicaragua. Señala que Brasil, Venezuela, Perú y Cuba expresan solidaridad verbal, pero carecen de la autoridad moral y la voluntad para actuar en defensa de un pueblo hermano que lucha con sacrificio y desesperación. Reivindica la necesidad de reconocer la responsabilidad histórica de resistir antes de que la conquista alcance a sus propios territorios.

Sandino hace un llamado directo a los pueblos de Hispanoamérica para unificarse contra el imperialismo yanqui, al que define como el enemigo más brutal y duradero. Afirma que los tiranos entreguistas no representan a las naciones y que la libertad no se conquista con flores, sino con lucha firme. Exhorta a reemplazar gobiernos débiles y serviles como los de Juan Vicente Gómez, Leguía o Machado, y a construir un Frente Único latinoamericano capaz de enfrentar con dignidad y fuerza al invasor extranjero.

Finalmente, Sandino dirige una carta a los presidentes de América denunciando que el verdadero objetivo de Estados Unidos en Nicaragua no era solo la construcción de un canal interoceánico, sino el sometimiento y colonización de toda Centroamérica y América Latina. Afirma que el plan yanqui busca convertir la región en colonia anglosajona y borrar la soberanía de los pueblos.

Acusa a los gobiernos latinoamericanos de indiferencia, pues mientras el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua luchaba con valentía contra el invasor, las demás repúblicas guardaban silencio. Los interpela a cumplir con su deber de protestar diplomáticamente o incluso con las armas, recordándoles que Nicaragua es agredida únicamente por negarse a aceptar la humillación y el dominio extranjero.

Sandino advierte que Nicaragua no será el único objetivo, pues varios países ya habían perdido su independencia y se habían convertido en colonias del imperialismo yanqui, como Panamá, Puerto Rico, Cuba, Haití y Santo Domingo. Señala que los gobernantes impuestos por Wall Street no representan a sus pueblos, y llama a recordar que solo mediante la lucha heroica de los verdaderos patriotas podrá recuperarse la libertad y detener el avance de la colonización estadounidense.

Siempre Más Allá…
Walter C. Sandino