La insurrección armada, como la forma superior de la acción revolucionaria, no puede ser otra cosa que la coronación de la actividad propia de las masas explotadas: las huelgas generales pacíficas y la comprensión de la insuficiencia como medio directo en la lucha política, las manifestaciones populares, las acciones de recuperación económica, los combates callejeros, las acciones de ajusticiamiento, las huelgas políticas, las luchas de barricadas, la formación de destacamentos del ejército revolucionario.

Tal panorama político, —aunado a una profunda crisis económica que se ha acentuado en la formación económico-social nicaragüense con especial intensidad en la presente década—nos revela la existencia de una situación revolucionaria que pone a la orden del día, a las organizaciones de vanguardia de nuestro pueblo, la consigna de la insurrección armada.

Los levantamientos de septiembre en Managua y las principales ciudades del país, fueron del fruto del ascenso ininterrumpido de las luchas de las masas, la interpretación correcta del estado de ánimo de las mismas por parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN); en el momento de la insurrección fue señalado por la organización de vanguardia del pueblo nicaragüense en el momento justo, en el tiempo culminante de la agitación popular, cuando se agotaban a los ojos del pueblo nicaragüense—e incluso de los sectores democráticos y progresistas de la burguesía opositora—los intentos cívicos por derrocar a la dictadura somocista: el paro nacional convocado por el Frente Amplio Opositor (FAO)— en el cual se integran las dos grandes centrales sindicales más grandes del país—llevaba más de quince días, la huelga de los empleados hospitalarios duraba un mes en demanda de mejoras salariales; obteniendo como respuesta la persecución a los dirigentes sindicales y la militarización de los hospitales, la declaratoria de huelga por parte del SCAAS en solidaridad con los trabajadores de la salud, el incremento de los paros docentes-estudiantiles, etc.

El reagrupamiento en el seno de la clase dominante era también evidente, en la búsqueda de solución de la crisis, por una salida que garantizara sus intereses; Somoza y su camarilla, por su lado, a la par de reforzar la Guardia Nacional y de asegurarse su control total, dicta medidas de excepción en un intento vano de controlar la situación económica: El Congreso Nacional informa del nuevo Estado de Emergencia Económica, suspendido en febrero pasado, y el reglamento del Control del Cambio.

La gran experiencia insurreccional para el derrocamiento de la dictadura somocista no podía esperar, y el FSLN condujo de manera indiscutible y certera los levantamientos armados; la respuesta del pueblo sandinista fue total; es la única razón que explica el control del ejercicio por las fuerzas revolucionarias durante varios días sobre ciudades enteras ante los ataques de un enemigo feroz y mil veces mejor armado y entrenado.

La victoria aparente de la Guardia Nacional es realmente la victoria del pueblo. La Insurrección Popular Sandinista—forma específica e histórica que adquiere en nuestro país la insurrección armada—dio un gran paso adelante en el camino de la revolución nicaragüense.

Las masas explotadas, incluso las no organizadas, reconocieron en el Frente Sandinista de Liberación Nacional su campo político de acción, la simpatía absoluta que siempre nos ha brindado, el pueblo se transforma de una manera insospechada en colaboración heroica, al reconocer en la propia acción contra la dictadura, los gérmenes de su propio poder.

La Insurrección Popular Sandinista de septiembre no ha incluido la continuidad de la ofensiva armada en todos sus matices—desde el hostigamiento cotidiano hasta los enfrentamientos directos—es una condición vital para el triunfo de la revolución en Nicaragua; la Insurrección Popular Sandinista, iniciada desde octubre del año pasado no puede concluir más que con la victoria del pueblo. Las soluciones “pacíficas” a la crisis nicaragüense, solo cabe a los ideólogos burgueses y a los oportunistas, la insurrección armada de un pueblo entero por su libertad no puede ser objeto de consideraciones morales, la sangre de nuestros mártires es la semilla de la paz; la guerra civil en Nicaragua es una necesidad histórica y una condición indispensable para la implantación del poder popular.

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Revista impresa Lucha Sandinista
Órgano de la Comisión Exterior del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)