El 8 de marzo de 1978, la vida de la militante sandinista Nora Astorga cambió para siempre. Reinaldo Pérez Vega, General de la Guardia Nacional y jefe de Escoltas de Anastasio Somoza Debayle, era asesinado en la casa de la joven guerrillera tras un operativo que salió mal. Astorga, abogada de profesión, trabajaba en una empresa constructora y había tomado parte del plan para secuestrar al general somocista; el objetivo era intercambiarlo por miembros del FSLN, prisioneros en las cárceles del somocismo.
“Era realmente un monstruo. Tomé su muerte como parte de la lucha por la liberación y ya sólo me acuerdo de eso ¡cuando me lo recuerdan los periodistas!”, declaró Astorga en 1987, justo un año antes de morir víctima del cáncer.
Astorga, procedente de una acomodada familia somocista, decidió entregarse al Frente Sandinista, producto de una consciencia que fue desarrollando al involucrarse en distintos trabajos sociales. “El haber ido desde pequeñita a dar catecismo en los barrios marginados de Managua y haber convivido allí con una realidad distinta a la mía, me fue creando toda una serie de inquietudes sociales”, manifestó en esa misma entrevista.
“Algo que aprendí en el frente fue que los trabajos son diferentes, pero todos son importantes”
«Cuando yo me metí en el Frente, tenía una idea romántica, una idea casi cinematográfica de lo que era la guerrilla. Yo era una rebelde sin causa. Me oponía a todo por oponerme. Por eso yo le guardo tanto afecto a Oscar Turcios; él me metió en el Frente. Él supo ver, detrás de toda esa fachada de autosuficiencia y liberalismo, que había en mí otras cosas. Y fueron esas cosas las que me ayudó a desarrollar”.
Tras el operativo contra “El Perro” Pérez Vega, Nora Astorga pasa a la vida clandestina dejando a sus dos hijas, de dos y seis años, bajo el cuidado de terceras personas. Es trasladada al Frente Sur donde entabló una entrañable amistad con el sacerdote y guerrillero, Gaspar García Laviana “Martín”. «Puede que yo no llegue al triunfo. Pero si vos llegás a llorar cuando yo me muera, me voy a poner molestísimo”, fueron las palabras que el cura sandinista le dijo un día a Nora.
Efectivamente, García Laviana, cayó en combate el 11 de diciembre de 1978. Según testimonio de la guerrillera, fue hasta dos años después que pudo llegar a Tola a visitar la tumba de Gaspar. “Lloré no sé cuántas horas. Hasta ese momento no había podido hacerlo. Yo sé que Gaspar se hubiese molestado, pero también fue muy injusto de parte de él darme esa orden”, afirmó.
“Esta es una revolución de principios, por eso, nunca te ves obligado a mentir”
De 1984 a 1986, Astorga fue embajadora de Nicaragua en los Estados Unidos, posteriormente de 1986 a 1988 fungió como representante de Nicaragua ante las Naciones Unidas, siendo pupila del Canciller de la Paz, padre Miguel D´Escoto. “Sólo he aprendido una forma de decirlo. La gran ventaja de representar a Nicaragua es que esta es una revolución de principios, que basa su política exterior en los principios. Por eso, nunca te ves obligado a mentir, a decir una cosa por otra, a disimular. Creo que pocos diplomáticos tienen esta posibilidad”, afirmó en su momento la diplomática nicaragüense.
En Julio de 1987, Nora Astorga recibió la máxima condecoración del FSLN, la “Orden Carlos Fonseca Amador”. Este 14 de febrero se conmemoran 34 años de su tránsito a otro plano de vida, pero también su legado sigue vigente en los cientos de hombres, mujeres y niños que son atendidos gratuitamente en el Centro Nacional de Radioterapia Nora Astorga, con equipos de última tecnología y de forma totalmente gratuita.