La unidad del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y la esperanza en la victoria definitiva se consolidaron con el ataque al Jícaro, en Nueva Segovia. Fue Semana Santa de 1979 y también la segunda insurrección de Estelí.

La reunificación indestructible del sandinismo se logró el 8 de marzo de 1979 en La Habana, Cuba, bajo el impulso de los consejos del comandante Fidel Castro. Se conformó una Dirección Nacional conjunta con tres representantes por cada tendencia:

  • Guerra Popular Prolongada (GPP): Tomás Borge, Bayardo Arce.
  • Tendencia Insurreccional (TI): Daniel Ortega, Humberto Ortega, Víctor Tirado.
  • Tendencia Proletaria (TP): Jaime Wheelock, Carlos Núñez, Luis Carrión.

El 26 de marzo, el comandante Germán Pomares Ordóñez, “El Danto”, jefe del Frente Norte “Carlos Fonseca Amador”, lideró el ataque al cuartel de la Guardia Nacional en El Jícaro. Allí murieron el sargento Horacio Ramírez y todo el destacamento, salvándose únicamente un soldado que se escondió en un excusado. Fue el primer disparo formal de la Ofensiva Final.

Testigos relatan que al día siguiente, el soldado fue hallado cubierto de excremento y en estado demencial. Lo entregaron a la Cruz Roja.

Estados Unidos intentó impedir el triunfo

Mientras tanto, EE.UU. intentaba mediar entre el somocismo y el FSLN para evitar una victoria revolucionaria total. Su propuesta incluía un maquillaje institucional de la Guardia Nacional y la participación simbólica del FSLN en un nuevo gobierno. El plan contemplaba que el Congreso somocista eligiera un presidente provisional que luego entregaría el poder a la Junta de Gobierno.

Francisco Urcuyo Maliaños, el hombre designado por Somoza, rompió el acuerdo al autoproclamarse presidente, llamando a los combatientes a deponer las armas y prometiendo concluir el mandato hasta mayo de 1981. Intentó instaurar un “somocismo sin Somoza”, lo que aceleró la ofensiva revolucionaria.

Semana Santa en insurrección

El 8 de abril, en Estelí, comenzó una insurrección popular tras la entrada de dos columnas guerrilleras dirigidas por Francisco Rivera “El Zorro” y Juan Alberto Blandón “Froylán”. Ese día, el FSLN tomó tramos clave de la carretera Panamericana y lanzó ataques en varios municipios: Condega, Pueblo Nuevo, El Sauce, Achuapa, Limay, San Rafael del Norte y San Juan de Limay.

La población respondió construyendo barricadas y asistiendo a los combatientes. Sin embargo, la Guardia Nacional cercó la ciudad con tropas de élite de la EEBI, armadas y apoyadas por helicópteros.

El 13 de abril, la columna sandinista logró replegarse con más de mil personas, entre ellas civiles, ancianos y niños. El comandante Froylán cayó en combate el día anterior. Al amanecer del 14 de abril, la retaguardia seguía a un kilómetro de la ciudad, completando un repliegue que burló el cerco. Desde Radio Sandino se relataba la hazaña.

El Danto en Jinotega

El 19 de mayo, El Danto y Javier Carrión lideraron el asalto a Jinotega con unos 600 combatientes. Tras feroces combates, la Guardia retomó la ciudad con tropas helitransportadas. El 22 de mayo, Germán Pomares fue herido de bala y trasladado en una mula hacia un cerro cercano, donde murió la madrugada del 24.

En paralelo, en Estelí, el comandante Emilio Gámez emboscó un convoy de la Guardia en la cuesta Cucamonga, causando 35 bajas y recuperando armas. Tras la muerte del Danto, Edén Pastora recibió instrucciones de intensificar los ataques en el sur.

León y la recta final

La ofensiva insurreccional en León fue golpeada el 5 de junio, cuando la Guardia ejecutó una redada en una casa del Reparto Veracruz. Murieron los militantes Oscar Pérez-Cassar, Carlos Manuel Jarquín, Roger Deshón, Edgard Lang, Idania Fernández y la mexicana Araceli Pérez. Solo sobrevivió Ana Isabel Morales, quien más tarde sería Ministra de Gobernación.

Aun así, la lucha en León continuó. El Frente Occidental se insurreccionó en Chinandega el 31 de mayo y el 7 de junio en León. La huelga general convocada por sectores sociales paralizó el país desde el 4 de junio. Somoza impuso Estado de Sitio el día 7.

El 9 y 10 de junio, combatientes ingresaron a Managua. La población levantó barricadas, pese a contar con solo 115 armas, muchas de ellas de cacería.

Intento de intervención frustrado

El 21 de junio, EE.UU. propuso en la OEA el envío de Cascos Azules para detener la guerra. La mayoría de países rechazaron la propuesta. Miguel D’Escoto, aún sin que el FSLN tomara el poder, la denunció desde la silla que le prestó Panamá.

El tiempo se agotaba. El sandinismo no podía detenerse. La insurrección avanzaba en todos los frentes. La victoria era ya cuestión de días.