
El artículo destaca que el bicentenario del nacimiento de Bolívar no es solo un festejo, sino un llamado a reflexionar sobre su ideal de libertad y unidad en América Latina. Bolívar sigue presente en la lucha de los pueblos oprimidos y su legado fue continuado por figuras como Martí, Juárez, Zapata, Che Guevara y, en Nicaragua, por Augusto C. Sandino.
Rubén Darío también exaltó a Bolívar en su poesía, reconociendo su grandeza como héroe universal. Sandino, al igual que Bolívar, fue un líder visionario, patriota y forjado en la adversidad. Luchó siete años contra el imperialismo con su “Ejército Loco”, siempre proclamándose “hijo de Bolívar”.
Ambos comparten ideales de justicia social, unión latinoamericana y entrega total a la causa popular. Sandino, como Bolívar, convocó a campesinos, obreros, indígenas, estudiantes e intelectuales en defensa de la libertad. Admiraba profundamente al Libertador, afirmando que su vida lo conmovía hasta las lágrimas.
“Sandino, hijo de Bolívar”
El bicentenario del nacimiento de Bolívar no es una ocasión para festejos triviales: el bicentenario constituye un reto a los pueblos de América Latina, una toma de conciencia para que la historia juzgue a las organizaciones americanas, a los gobiernos y pueblos de América sobre el cumplimiento del ideal bolivariano: el de dar libertad a las naciones y unir a estos pueblos sumidos en la anarquía, enfermos, analfabetos y explotados. Ese es el juicio al cual comparecemos en este Año del Bicentenario del Nacimiento del Libertador.
Bolívar continúa librando batallas en América. Los libertadores no descansan jamás mientras haya pueblos sojuzgados por fuerzas extrañas a su identidad cultural. Su obra de titanes prosigue en la insurgencia de los pueblos oprimidos.
En las prisiones tenebrosas de América, en el exilio, en las guerrillas redentoras, se enarbola y flota altivo el ideal de Bolívar. Los herederos auténticos del Libertador han hecho honor a su histórico mensaje, como Artigas, Sucre, Juárez, Zapata, Martí, Albizu Campos, Ernesto Che Guevara, Morazán, Sandino, Carlos Fonseca, que son sus continuadores y forman la legión inmortal de sus mejores hijos.
En esta Nicaragua, tierra de Darío y de Sandino, se le rinde culto a Bolívar, y ahora nuestra lucha revolucionaria se inspira en el ideal bolivariano que es –en verdad– el antiguo ideal dariano. Rubén Darío, desde su infancia y adolescencia, manifestó su admiración por el gran emancipador de América.
La grandeza épica de Bolívar impresionó profundamente tanto al poeta-niño, quien le cantara en vibrantes estrofas en 1881, como al Gral. Sandino, quien citó el pensamiento bolivariano en más de una ocasión.
Al celebrarse el Primer Centenario del Nacimiento del Libertador, Rubén Darío se encontraba en El Salvador (1883), y en homenaje al héroe escribe “La Oda al Libertador Bolívar”, texto leído por su autor en la velada con que el gobierno salvadoreño celebraba el centenario del natalicio del gran americano. Ocasión en que el poeta escribe su “Himno a Bolívar”, obra recientemente rescatada, cuya música pertenece al maestro italiano Juan Aberle.
En julio de 1885, Darío publica un extenso trabajo titulado “Bolívar y sus Cantores”, el cual inicia así: “En la historia de la humanidad no hay figura que pueda superar a la de Bolívar. Por su empeño como Arístides, recto y noble como Filipo, valeroso y ardiente como César, en él se encuentran todas las grandes virtudes cívicas y todos los sublimes entusiasmos del patriotismo”.
Luego, en la misma América y en el campo político, pocos se han acercado tanto y seguido tan fielmente los pasos de Bolívar como el general Augusto César Sandino. Siete largos años de lucha antiimperialista al frente de un “Ejército Loco”, hambriento, enfermo y en harapos, así lo confirman.
“Sandino tenía en su campamento, sobre el tronco de una roca, el retrato de Bolívar. Mi patria –decía–, aquella por la que lucho, tiene por fronteras la América Española. Diga usted a Hispanoamérica que mientras Sandino aliente, la independencia de Centroamérica tendrá un defensor. Jamás traicionaré mi causa. Por esto me llamo ‘hijo de Bolívar’”. (Max Grillo, 2 de junio de 1928).
Sandino se asemejaba a Bolívar en muchos aspectos de su vida. Fue, como él, un caudillo imprevisto, producto natural de su propio suelo; romántico, visionario, patriota, valiente; un guerrero que creó la circunstancia, forjado en los triunfos y fracasos de su incansable batallar en las agrestes montañas segovianas.
A Sandino, como a Bolívar, lo acompañan los anhelos de diversos países de América. La libertad nunca ha tenido fronteras, y junto a colombianos y salvadoreños van los campesinos, los obreros, los negros, los sumos, los miskitos y los zambos de la región Atlántica y de las grandes rutas, que le proveyeron de armas y alimentos.
Sandino, como Bolívar, libra batalla en todos los frentes, en las montañas y en las ciudades, y por eso a él se unen los modestos finqueros y pequeños propietarios, los mismos obreros, los estudiantes y los mejores intelectuales de su patria.
También plumas ilustres como la de Froylán Turcios, Henri Barbusse, Gabriela Mistral, Tomás Borge, José Vasconcelos y periodistas de Norteamérica y de Europa –como Carleton Beals y Belausteguigoitia– dan a conocer al mundo su grandiosa epopeya. Sandino se ha convertido en un líder popular, encarnando la vida y los sueños de sus campesinos, cuando llamaba “hermanos” a sus compañeros de lucha, a quienes nunca mintió, con ejemplos de lealtad y estoicismo que sorprenden, y es su condición de prestigioso intelectual en su propio campo de batalla.
Entrevistado, recibe al corresponsal español, y su admiración por Bolívar lo hace declarar: “Los hombres dignos de América Latina debemos imitar a Bolívar, Hidalgo, San Martín. Napoleón fue una inmensa fuerza, pero no hubo en él más que egoísmo. Muchas veces he empezado a leer su vida y he dejado el libro. En cambio, la vida de Bolívar siempre me ha encantado y me ha hecho llorar”.
Luego, con emoción, agrega: El gran sueño de Bolívar está todavía en perspectiva. Sus grandes ideales, las ideas todas, tienen sus etapas de concepción y perfeccionamiento…
Walter Castillo Sandino
Siempre más allá…
