
El 19 de noviembre de 1977, la Guardia Nacional capturó al compañero y militante de la causa sandinista, Edgard Lang Sacasa, cuando bajaba de la montaña, donde estuvo pasando entrenamiento militar en la clandestinidad.
Deja una carta de despedida a sus padres; en esas líneas vibra la convicción de una generación que estaba consciente de haber recibido en herencia una “Nicaragua esclavizada” y, sin embargo, soñaba con heredar a sus hijos un país libre, aun a costa de la vida.
El sábado 19 de noviembre de 1977, es capturado por la Guardia Nacional. Edgard, al encontrarse en delicado estado de salud y herido en una de sus manos por arma de fuego, se ve obligado a salir del lugar donde se encontraba en la montaña y decide buscar tratamiento médico en la ciudad, pero es detectado por los esbirros somocistas y capturado en el acto.
Datos biográficos
Edgard Lang Sacasa nace en Managua el 21 de julio de 1955, en una familia de extracción burguesa.
Hace sus estudios en el extranjero y, al regresar, se integra al FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional).
En 1975 pasa a la clandestinidad.
“Me voy para la montaña —decía a sus padres en una carta de despedida— porque en ella están los patriotas, los hombres honestos, los que todo lo están sacrificando por su pueblo”.
En noviembre de 1977, cuando bajaba de la montaña enfermo y con una herida en una mano, fue capturado.
Logra recuperar la libertad con el operativo del Asalto al Palacio Nacional; luego vuelve a entrar al país y forma parte del Estado Mayor del Frente Occidental, condición que ostenta cuando es capturado y asesinado.
El hecho sucedió el 16 de abril de 1979, cuando, junto con otros miembros del FSLN, cayeron asesinados por la Guardia Somocista en el Reparto Veracruz, León: Roger Deshon A., Edgard Lang, Oscar Pérez Cassar, Aracely Pérez, Carlos Manuel Jarquín e Idania Fernández.
Carta de despedida de Edgard Lang a sus padres
Queridos papás: en los últimos meses han notado, seguramente, en mí una conducta un tanto extraña; no voy a fiestas, he abandonado la afición de todo hábito negativo, aparezco y desaparezco. Esto se debe, queridos papás, a que soy revolucionario, miembro del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
He tomado esta determinación por las siguientes razones:
He vivido, disfrutado y derrochado durante 20 años, mientras miles de niños, hijos de obreros y campesinos, tenían bastante hambre y morían de desnutrición y de la falta de asistencia médica. Mientras en nuestro país hay miseria y atraso. La sagrada misión de todos los nicaragüenses es luchar por la liberación de nuestro pueblo.
Esta generación está haciendo lo que las generaciones pasadas debieron haber hecho; ustedes nos heredaron una Nicaragua esclavizada, en la que reina la injusticia y el crimen. Nosotros no queremos que nuestros hijos nos hagan la misma acusación. Los jóvenes no soportamos el olor que despide el régimen de Somoza; si nuestros padres se acostumbraron a ese gobierno podrido, nosotros estamos dispuestos a arriesgar nuestras vidas para terminar con él. Me voy para la montaña porque en ella están los patriotas, los hombres honestos, los que todo están sacrificando por su pueblo.
Quiero que sepan que me voy voluntariamente, sin coacción ni presión de nadie; quítense, por lo tanto, la idea de que alguien me está usando.
Dirían ustedes que soy un mal hijo. Es al contrario: ustedes quisieron que fuera un hombre honesto, y en Nicaragua —compréndanlo— solo se puede ser honesto en estos momentos luchando con toda nuestra fuerza contra la tiranía somocista, de la que ya está cansado nuestro pueblo.
No me busquen, mucho menos vayan a la Seguridad, pues eso pondrá en serio peligro mi vida, ya que estoy dispuesto a no entregarme vivo. Si por culpa de ustedes me buscan y me localizan…
Les envío un beso y un abrazo. Les agradezco el esfuerzo y el sacrificio que hicieron para que yo fuera un hombre de bien. Pues bien, esos esfuerzos y sacrificios han dado su fruto: soy un hombre de bien, un revolucionario, que es el escalón más alto al que puede aspirar un ser humano. Envío un beso para Julia, los hijos de María Eugenia, Federico y Chico, también a las domésticas.
Quisiera que nuestra despedida no fuera dolorosa, pero las circunstancias históricas así lo han determinado. “Yo quiero, como Sandino, una Patria libre o morir”, y por eso me voy. Abrazos y besos de su hijo, que los quiere más que nunca. Hasta pronto, es decir, “hasta la victoria final”.