El Fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Comandante Tomás Borge, en su obra Poesía Clandestina, plasmó sus pensamientos y principios humanista, otorgando al mundo un legado literario con una calidad humana auténtica, inmortalizado en cada uno de sus poemas, entre lo que destaca DOÑA ANITA Y DON TOMÁS, en el que reconoce un valor incalculable a la influencia que sus padres lograron en él.
Te compartimos la prosa poética de este legendario Comandante Revolucionario, símbolo de lealtad a la Patria en Nicaragua.
DOÑA ANITA Y DON TOMÁS
Don Tomás me heredó el nombre, la afición por las mujeres y la devoción por Sandino. Además me enseñó́ el amor por las metáforas, la literatura de Montalvo, de González Prada y de Flaubert. Y la ansiedad por la línea recta.
Aquél viejo malgeniado, abstemio, llorón y sandinista me cargaba por las noches, mientras yo gritaba como gorrión maltratado; y me amaba como si yo fuera el niño Dios.
Cuando el terremoto del 31 destruyó la capital y arruinó a la familia, el señor se fue para Managua. Tomás, el librero, fue dueño de una enorme biblioteca que me dejó de herencia. Se sacó́ la lotería con el número 1109 y lo repartió́ entre sus amigos y antiguas amantes. Cuando murió́ gritó mi nombre. Yo estaba entre pájaros, fusiles, aguaceros y peligros.
Fui hijo único. Cuando nací́ mi mamá, doña Anita, tenía cuarenta y un años. Por eso estaba destinado a ser idiota, poeta o guerrillero. Ella era dueña de un taller con cincuenta muchachas esbeltas que fabrican puros chilcagras y hablaban en secreto de cogederas para que yo no las oyera. Yo me enteré de todos modos. Me heredó las orejas, el padre nuestro en latín, la devoción por Francisco el de Asís y la afición —como todo lo prohibía— por los pecados carnales. En el minuto de morir me bendijo y, desde entonces, soy inmune a las balas y al miedo del infierno.